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Ceuta: frontera sur de Europa

Las embarcaciones de lujo ancladas en el puerto y las tiendas de grandes cadenas de la ciudad de Ceuta contrastan con el perímetro fronterizo de El Tarajal, donde más de 20.000 marroquíes se aglomeran como hormigas portadoras, cargados con cuanto puedan llevarse con ellos: ropa, alimentos, detergentes, pañales, electrodomésticos y todo lo imaginable. Conseguirlos sólo requiere acercarse a los enormes almacenes agrupados en un polígono industrial próximo al control de la frontera. Para los habitantes de Tetuán poder cruzar diariamente la frontera a través de un acuerdo entre ambas ciudades, representa la posibilidad de adquirir una enorme variedad
de productos de Europa y sin necesidad de pagar ningún impuesto aduanero, ya que Marruecos no reconoce la españolidad de la ciudad. El comercio irregular es el medio
de subsistencia de decenas de miles de personas y para ello están dispuestos a agolparse durante largo rato por un estrecho túnel de seguridad y enfrentarse a las autoridades marroquíes, que siempre permiten el paso con un soborno de por medio.

Lugar en tránsito
El Estado español invirtió alrededor de 1.200.000 euros en mejorar la seguridad en la frontera entre Ceuta y Marruecos. Sin embargo, los sensores térmicos, las cámaras de luz infrarroja y una valla elevada hasta los seis metros de alto en casi toda su longitud, no han impedido que se hayan registrado diariamente hasta 100 intentos fallidos de ingreso al territorio europeo. A pesar de todo, algunos inmigrantes lo consiguen, aunque nadie sabe cómo. Día a día van apareciendo en la ciudad española,
jóvenes procedentes de países vecinos como Argelia y Marruecos, y otros más distantes como Camerún, Gambia o Guinea-Bissau. Al encontrarse en situación ilegal,
cuando son retenidos por la autoridad local, la mayoría solicita el asilo político y con ello empieza una larga y tediosa espera. La policía española procede a constatar sus identidades y una vez fichados les envía al Centro de Estancia Temporal (CETI), siempre que la capacidad del centro lo permita. Los que tienen suerte –más de 400 acogidos– pueden aguardar con cama y alimentación diaria, el largo proceso de revisión de sus casos. A otros, si no son acogidos por la escuela del Obispado, no les queda mas que refugiarse entre cartones y fogatas en los alrededores del CETI.

Diagonal nº9
TEXTO: Enrique Castro

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