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Cuando subieron al pesquero se echaron a llorar

Con llanto. Así se expresaron los 22 inmigrantes que fueron
rescatados a bordo de una patera a 130 millas de la costa sur de la isla de El
Hierro (Canarias) la noche del pasado jueves, tras doce días a la deriva en el
Atlántico sin comida ni agua. La extenuación y el cansancio se habían apoderado
de los 22 supervivientes de un viaje que comenzó en la costa africana, no se
sabe muy bien cuándo, rumbo al paraíso y que, como viene siendo habitual, acabó
en tragedia. Treinta y cinco personas iniciaron la odisea, sólo 22 llegaron con
vida, uno fue hallado cadáver en la patera y 12, entre ellos dos niños y dos
mujeres, fueron muriendo a medida que transcurrían los días.

Los tripulantes del pesquero Nueva Carmen Nieves,que faenaba en el
sur de El Hierro, se encontraron con la desoladora imagen. "Se echaron a llorar
cuando estuvieron en la cubierta del pesquero", relataba ayer el responsable de
Socorro y Emergencias de Santa Cruz, Manuel Debora, tras haber hablado con la
tripulación del pesquero, quizás de alegría por haber sido rescatados con vida,
o quizás de tristeza por un viaje que terminaba sin éxito y con el retorno a la
miseria. Las palabras fueron mínimas, tampoco hacían falta. Los rostros tristes,
asustados, las miradas perdidas, un aspecto físico demacrado y los cuerpos
temblorosos lo decían todo. La mayoría de ellos, procedentes de Mali, Gambia y
Ghana, entre otros países, no hablaban "más que cuatro palabras en francés o
inglés" y se expresaban en su dialecto.

Temerosos de su destino al llegar a tierra, ninguno de ellos quería
dar su nombre y a la pregunta de "your name" todos respondían "mandinga,
mandinga", señaló ayer el director territorial del Servicio de Urgencias Canario
(SUC), Carmelo Duarte. "Sabían que todo lo que contasen iría en su contra y no
querían soltar prenda. No hablaban nada", aseguró Duarte. "Sus buenas
condiciones físicas les permitieron aguantar más que el resto de sus
compañeros", aseveró Duarte, quien consideró que el agua de mar había sido el
único alimento en los últimos ocho días a la deriva. De ahí la deshidratación
tan acusada que presentaban los supervivientes.

LA VANGUARDIA DIGITAL
SILVIA FERNÁNDEZ - 02/04/2005

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