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La Guardia Civil frena una entrada masiva de inmigrantes en Melilla

A las seis de la mañana de ayer se oyó un cuerno, y 250
subsaharianos surgieron de la maleza y se lanzaron al asalto de la valla que
separa Melilla de Marruecos. Avanzaron en tres grupos de unas 80 personas cada
uno. Portaban más de cien escaleras para salvar las alambradas. Cincuenta
guardias civiles, pertrechados con material antidisturbios, tardaron tres
cuartos de hora en rechazarlos. Una docena de los inmigrantes logró entrar en la
ciudad autónoma.

El último intento de los inmigrantes subsaharianos que permanecen en
Marruecos a la espera de una oportunidad para entrar en Melilla fue un ejemplo
de estrategia militar. Eligieron uno de los puntos más vulnerables del perímetro
fronterizo, la franja de 500 metros situada entre el Río Nano y Los Pinos, al
norte de la ciudad y muy cerca del paso fronterizo de Farhana. Es una zona
abrupta, en la que las autoridades españolas todavía no han duplicado los tres
metros de altura de la doble valla que separa Melilla de Marruecos.

"Saben que su única posibilidad para salvar la alambrada y entrar en la
ciudad consiste en un asalto masivo, y lo intentan cada vez con mayor
frecuencia", explica un portavoz de la Guardia Civil. "Sólo en lo que va de año
ya hemos sufrido más avalanchas de este tipo que en los ocho años anteriores".

No es la primera vez que los inmigrantes subsaharianos, que malviven
acosados por las fuerzas de seguridad marroquíes en los montes que rodean
Melilla, utilizan tácticas militares para entrar en la ciudad española. "En
otras ocasiones han realizado asaltos de distracción, y mientras corríamos a
rechazarlos, otro grupo atacaba por el lado opuesto de la valla", explica el
instituto armado.

Dado que los teléfonos móviles no son suficientes para movilizar a tantas
personas en una maniobra que debe ser masiva, rápida y precisa, los líderes de
los inmigrantes hacen sonar un cuerno. En otras ocasiones han utilizado la
llamada de los almuédanos a la oración para lanzar a sus compañeros al asalto.

Visores, cámaras y sensores

Esta vez se aproximaron a la valla amparados por la oscuridad y la maleza
que crece en la zona marroquí. Los guardias apostados en las torres de
vigilancia del lado español disponen de visores nocturnos y el perímetro
fronterizo está erizado de cámaras y de sensores, pero los agentes no actuaron
hasta el último momento, pues temían que los movimientos que atisbaban formaran
parte de una maniobra de distracción.

Cuando el cuerno sonó, un ejército de subsaharianos salió de la
vegetación. En ristre llevaban más de cien escaleras artesanales -algunas de 12
metros de altura- que habían construido en los bosques de los alrededores; las
echaron sobre las alambradas y comenzaron a trepar por ellas. Los focos de las
torres de vigilancia se encendieron y comenzó la batalla.

Fue como un asalto medieval. La frontera tiene dos vallas paralelas, entre
las que corre una carretera de entre tres y cinco metros de ancho, denominada
camino de ronda. Por ella llegaron, a bordo de varios vehículos todoterreno, los
refuerzos de la Guardia Civil para auxiliar a sus compañeros, que habían
descendido de las garitas e intentaban hacer frente a la avalancha desde el
interior del perímetro, echando abajo las escaleras que colocaban los
inmigrantes.

"Es la primera ocasión en que los subsaharianos se muestran agresivos",
relata el portavoz de la Guardia Civil. "No quiero decir que nos atacaran, pero
si se encontraban con un guardia que les impedía avanzar, se lo llevaban por
delante, y si intentábamos detenerlos, se zafaban y seguían intentando pasar.
Son fuertes y corpulentos, han aprendido que éste es un Estado de derecho y que
no les vamos a pegar un tiro o a darles un mal golpe intencionado, y lógicamente
aprovechan esa ventaja".

Entre 50 y 60 guardias, pertrechados con material antidisturbios, lucharon
a brazo partido con los 250 inmigrantes. Intentaban echar abajo sus escalas y
dispersarlos. Pero ellos procuraban mantenerse unidos, porque saben que sus
posibilidades de vulnerar la frontera son tanto mayores cuando más compacta sea
la multitud.

Después de tres cuartos de hora de enfrentamientos, una docena de
inmigrantes había logrado entrar en la ciudad y los demás comenzaron a huir
hacia Marruecos, con casi todas sus escaleras a cuestas. En la frontera dejaron
tiradas 26. Dos subsaharianos fueron conducidos al hospital con heridas leves,
al parecer causadas al caerse desde lo alto de las escalas.

No es el final de la historia. La Guardia Civil anuncia: "Lo volverán a
intentar".

ELPAIS.es
TOMÁS BÁRBULO - Madrid

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