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Nuevos inmigrantes han llegado al barrio del Raval en Barcelona

La última regularización de inmigrantes ha provocado un efecto
llamada. Lo reconoce la Delegación del Gobierno en Catalunya y es una evidencia
en la calle.
La Rambla del Raval estaba el viernes llena de inmigrantes
llegados a Barcelona hace tan sólo unas semanas en busca de papeles --sin
fortuna, por el momento--. Muchos de ellos llevaban ya algún tiempo en Europa.
La mayoría residía en algún país del denominado territorio Schengen --Francia,
Italia y Bélgica, principalmente--, que ha suprimido las fronteras interiores
desde hace una década.
En el Raval se encontraba el paquistaní Rayach R., de 31 años,
que llegó hace cinco semanas procedente de Bélgica, donde tiene a su familia más
allegada. "Estaba en Bruselas cuando escuché lo de la regularización en España",
admitió sin reservas en la terraza del bar de un compatriota suyo. Allí, aunque
no tenga dinero, no le falta un shawarma ni un Seven Up.

Mensaje de las mafias
El inmigrante paquistaní vive hoy en un pisito de Badalona
junto a otros 12 compatriotas, procedentes de Italia, Francia y Grecia. Todos
han venido por idéntico motivo. Rayach afirmó no albergar ninguna esperanza de
que le den la residencia, porque "sería como ganar en la bonoloto". Sin embargo,
dijo que no pensaba irse, aunque tenga que malvivir un tiempo en la economía
sumergida: "Además, todo el mundo sabe que en España hay una regularización cada
dos o tres años". Es el mensaje que difunden las mafias para no perder
clientela.
Pau González, portavoz de CCOO, se quejó de la orfandad de
datos oficiales y aseguró que por la frontera de La Jonquera han entrado
recientemente más de 60.000 inmigrantes. Una cantidad similar es barajada por
entidades sociales y asociaciones de inmigrantes.
Otros extranjeros han entrado en el país en avión o barco con
los documentos de algún familiar residente en España, y una vez aquí tratan de
conseguir los suyos. Los documentos del pariente acostumbran a enviarse primero
a Marruecos --o cualquier otro país-- con algún amigo que hace de enlace o,
sencillamente, se mandan por mensajero o a través de Correos.
Es el caso de Mohamed J., de 22 años. "Mi hermano me escribió
una carta durante la fiesta del cordero, que celebramos en febrero, después de
Ramadán. Dentro estaba su permiso de residencia y su pasaporte. Fue una gran
alegría para mí. No me lo pensé ni un segundo. Hice la maleta y me vine",
relató.

Economía sumergida
Han pasado poco más de dos meses y las cosas han cambiado poco
para Mohamed J.. No ha conseguido los papeles en esta última regularización,
pero confía hacerlo en una próxima. "Mi hermano los consiguió a la tercera. Lo
importante es estar en Europa para poder buscarte la vida".
Mientras tanto, Mohamed trabaja sin papeles. Mejor dicho, con
los papeles de su hermano. Se da la circunstancia de que la misma documentación
sirve para que Mohamed trabaje de panadero, de una a tres de la tarde, y para
que su hermano haga de albañil durante todo el día. Es decir, formalmente, hay
un marroquí que trabaja día y noche. Las jornadas se solapan. Hay dos
cotizaciones en la Seguridad Social. "Sí, figura que mi hermano trabaja 24 horas
y que yo estoy en Marruecos", subrayó con cierta socarronería. Se pone más serio
cuando aborda las duras condiciones laborales por apenas 600 euros al mes.
"Claro que en mi país cobraba 150 ", agregó.
Mohamed J. comparte mesa y patatas fritas en un bar de Ciutat
Vella con Hohssine Habul, un estudiante marroquí de 21 años que ha conseguido
los papeles en el último momento. El joven explicó su infierno de tres años.
Trabajó unos meses en una panadería cerca de Arenys y le pagaban unos 350 o 400
euros por 14 horas diarias.
No le quisieron firmar los papeles y fue a buscar ayuda en su
familia de Terrassa. Tiene parientes con empresas constructoras y de hostelería.
También quisieron explotarle, denunció: "Me exigieron 5.000 euros por una firma
y 3.000 más para pagar la cotización de la Seguridad Social".
Cuando el tiempo se extinguía apareció un hombre que le
pareció caído del cielo, Jaume Serra, vicepresidente de los hoteleros de
Catalunya, que le dio trabajo en el Hotel Barceló Sans. El martes comienza como
camarero y con el carnet de residencia en la mano.
Habul comparte mesa con Zakaria H, de 19 años, mecánico de
coches; Ismael Z., de 30, estudiante de Derecho, y Najat K. de 23, camarero, que
han llegado en las últimas semanas. Dicen estar dispuestos a "vivir en la
clandestinidad" hasta que les normalicen. Dentro de un año, dos o los que sean.

El Periódico
do.22 may. 2005
JORDI CORACHÁN
BARCELONA

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