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Veraneo en el Poblenou en Barcelona donde Chinos, Tailandeses, Filipinos, Peruanos, Ecuatorianso y Gitanos olvidan el calor y sus pequeños pisos

La estética de una ciudad no es una cuestión de belleza o
fealdad, sino de significados, dicen los urbanistas. Una ciudad no tiene que ser
hecha para los ciudadanos sino por los ciudadanos. Es lo que ocurre con el
parque del Poblenou, donde muchos de los nuevos habitantes de Barcelona
protagonizan un picnic intercultural permanente, y más en verano.
En las casi 12 hectáreas del parque , entre los árboles y
escasos arbustos, ecuatorianos, peruanos, filipinos y chinos, además de gitanos
autóctonos, comen, beben, juegan, se duermen complacidos en tumbonas portátiles
o hamacas o se bañan en las playas cercanas, desde temprana hora y hasta muy
entrada la noche.
Muchos de los habitantes que conforman la nueva fisonomía
urbana de Barcelona, permanecen allí tomando el fresco que no logran en sus
pequeños pisos de un barrio obrero, el Poblenou, que poco a poco va perdiendo su
carácter industrial de antaño para entrar en la nueva era tecnológica.
"Nos escapamos del calor de nuestros pisos, aquí se está
mejor", dicen unos hombres filipinos que llevan más de 20 años en Catalunya.
Hablan en un castellano mezclado con el inglés mientras comen gambas con jugo de
higos (ginataan hipon), un plato típico de su país.
Los arquitectos Xavier Vendrell y Manuel Ruisánchez diseñaron
el parque en 1992, con motivo de los Juegos Olímpicos, con la idea de hacer una
conexión entre el núcleo antiguo del Poblenou y el mar. Incluso reprodujeron un
paisaje propio del litoral marítimo: playas, dunas y arboledas. Las dunas van
dibujando un perfil irregular. Desde los puntos altos, la playa y el perfil
curvo de la Vila Olímpica son muy atractivos y la gente camina por unos pasillos
de traviesas que están siendo sustituidas por cemento. En uno de los extremos,
están semienterrados los restos de un barco naufragado.
El parque, abierto las 24 horas, cuenta con un área de juegos
infantiles, mesas de pimpón, cancha de básquet, pista de monopatín y espacio
para perros.
Mujeres que no quieren decir su procedencia han extendido
sobre el escaso césped un montón de tablas de bingo y acumulan piedras de río o
fichas de madera, que van colocando de acuerdo a las reglas del juego. En otra
mesa, un grupo de tailandeses juegan un dominó con figuras chinas y son reacios
a comentar nada. Un catalán casado con una tailandesa cuenta que llevan muchos
años viviendo aquí, pero que aún no hablan castellano. Lo niños, en cambio, se
desenvuelven con el catalán a la perfección.
Un poco más adelante, dos viejecitas encabezan la reunión de
la familia y amigos de Tony, el gitano, un cantaor de flamenco que ha grabado 22
discos y que se come un bocata de jamón serrano, mientras las mujeres gritan
alegres sus desventuras amorosas y sus maridos juegan a las cartas y beben, sin
musitar palabra.
Han venido desde Verdum. Los niños rodean al fotógrafo y las
dos abuelas, que quizá ya ni se enteran de lo que pasa a su alrededor, observan
con una mirada profunda, sentadas en dos mecedoras de madera, a sus decenas de
hijos, hijas, nueras, sobrinos, nietos y nietas.
Unas mujeres ecuatorianas se cubren con una sombrilla y se
niegan a dar datos personales. "Hemos venido a este parque durante muchos años,
cada verano, porque podemos estar en la playa". Cuando se cansan, regresan y se
recuestan en el césped reseco y contemplan a sus amigos o novios jugar al
voleibol frente a ellas, sudados y alegres.
Muchos de los que veranean en el Poblenou tienen algún
familiar que vive cerca del barrio. Otros llegan desde Santa Coloma o de
Sabadell, comenta Lorena, que es de Ecuador y los sábados y domingos está aquí
porque a sus dos niños les gusta venir a jugar al parque. Ella vive en el
Poblenou, pero su familia viene de otras comarcas de Catalunya. Su marido cuida
a un señor mayor y ella hace la limpieza en algunas casas. "Hay que aprovechar
porque aquí no se paga nada y como traemos la comida lengua horneada, un plato
típico de Ecuador nos resulta barato. Y es que no podemos ir a ningún lado de
vacaciones", afirma.
Lorena ha observado a otros de sus vecinos, unos filipinos que
también tienen un grupo grande a su alrededor. "Ellos sí que comen todo el rato,
y huele muy bien lo que han preparado", dice.
El Poblenou, como barrio obrero, tiene una larga historia de
activismo y autoorganización. "El que vaya a este sector de la ciudad vivirá de
cara al mar y rodeado de parques", dice la propaganda de las inmobiliarias.
También vivirá rodeado de inmigrantes que se apropian de las áreas de una ciudad
que sienten que cada vez más les pertenece.

El Periódico
SONIA GARCÍA
BARCELONA

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