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Rutas de riesgo

Los itinerarios varían y las paradas en los puertos también. Depende
del número de inmigrantes que los traficantes de seres humanos son capaces de
reunir en un lugar determinado. Según fuentes oficiales españolas, algún lugar
cercano al puerto de El Aaiún (capital administrativa del Sahara Occidental) es
una parada obligatoria para recoger a las decenas de personas que esperan
escondidas en los sebjas (los matorrales del desierto) a que la mafia les
traslade a la costa atlántica. La confluencia de rutas de inmigración
clandestina en El Aaiún también es confirmada por los servicios secretos
marroquíes, quienes desde el verano pasado alertan ante las micromafias, a veces
compuestas de varios miembros de una familia, involucradas en este trágico
negocio.

Desde Senegal, cruzando Mauritania, desde Mali, a través de Argelia
y Marruecos, o desde Nigeria, a través de Mali y Mauritania, vía Níger, o
atravesando desde el sur Argelia y accediendo al norte de Marruecos a través de
la frontera de Uxda; éstos son algunos de los trayectos reconocidos por las
autoridades españolas y marroquíes. Pero las mafias no descansan, y ante el
interés de la UE por que el Magreb se convierta en el gendarme de Europa en
cuestión de inmigración, responden con nuevas rutas, mucho más peligrosas para
los desesperados y vulnerables inmigrantes que huyen de la pobreza, el hambre o
de un conflicto bélico.

La vigilancia se refuerza durante los meses de verano en el
Estrecho, no solamente por la inmigración clandestina, sino también por
cuestiones de seguridad en la lucha antiterrorista y, ante el blindaje del norte
de Marruecos, los traficantes optan por descender más de 1.500 kilómetros, desde
Tánger a El Aaiún, para dar salida a la mercancía.

Desde Marruecos se ha pedido a la UE y a España que en la lucha
contra la inmigración clandestina se incluya a países de tránsito como Argelia,
pero la incapacidad occidental de plantear el problema globalmente no ha
permitido tomar medidas eficaces.

Como muestra de esta relación bilateral que los países europeos
mantienen con sus vecinos del sur del Mediterráneo, el presidente italiano,
Silvio Berlusconi, negoció personalmente con el líder libio Moammar El Gaddafi
en febrero la puesta en marcha de aviones que repatriaran a los inmigrantes que
llegaban a la isla de Lampedusa desde territorio libio. El lunes entró en vigor
en el país magrebí una ley de inmigración que termina con la política de puertas
abiertas a África del líder de la revolución. A partir de ahora, los dos
millones (de los seis millones de habitantes del país) de subsaharianos, que
acampaban durante años en Trípoli, donde trabajaban sin papeles y llevaban una
vida normal hasta reunir dinero para pagar a la mafia y emigrar a Europa, serán
perseguidos y repatriados. Libia, que toleró la entrada de subsaharianos,
asiáticos y árabes para hacer frente al rápido crecimiento del país a principios
de los setenta, se pliega ahora a los requisitos europeos para no ser excluida
de los intereses occidentales en la zona.

LA VANGUARDIA DIGITAL
CARLA FIBLA - 17/08/2005
Rabat. Corresponsal

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