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"Eran dos jóvenes rapados, vestidos de negro con botas militares; pensé: de aquí no salgo"

A. S., la joven de 24 años que en la madrugada del
pasado viernes sufrió un brutal ataque en el portal de su casa, donde dos
jóvenes le marcaron una cruz gamada en la cara con una cuchilla, contesta
tranquila a las preguntas de LA NUEVA ESPAÑA. Afirma sentir temor, pero insiste
en que ante este tipo de ataques es necesario denunciar «para que la sociedad
despierte y reaccione». La joven milita en las Juventudes Comunistas de Asturias
y más recientemente se ha sumado a las filas del Sindicato de Estudiantes, un
posicionamiento ideológico que vincula, sin ninguna duda, con el ataque sufrido
la pasada semana. Ayer, cuando la noticia de su agresión se hizo pública, su
teléfono móvil quemaba, las llamadas de apoyo le llovieron desde numerosos
ámbitos de la sociedad asturiana, lo que, afirma, «me da fuerza» para asimilar
lo sucedido. Los hechos ocurrieron la noche del jueves al viernes, día 9, en la
zona de Buenavista, y la Policía asegura que es el primer caso de una agresión
de tinte neonazi que se produce en Asturias.
-¿Relaciona la agresión con los recientes sucesos entre
militantes de izquierda y derecha en Cangas de Onís?
-Pienso que puede ser una señal de determinados grupos,
aunque yo no estuve en Cangas.
-¿Por qué cree que le tocó a usted?
-No sé, hay mucha gente de izquierdas en Asturias, pero
los militantes en Oviedo, Gijón y Avilés nos conocemos todos; quizá me conocían
y van a por la gente que empezamos hace poco, para meternos miedo. No lo van a
conseguir, yo me siento apoyada por mucha gente, compañeros de grupos de
izquierda, pero también muchas instituciones y personas.
-Los jóvenes que la atacaron se hicieron pasar por
amigos suyos, la conocían.
-Supongo que sí, no hay otra explicación. Pero yo a
ellos no los conocía de nada o, al menos, no los reconocí. Por la calle hay
gente con el pelo rapado que cuando no se visten de ultras pasan desapercibidos.

-¿Iban encapuchados?

-No. Iban a cara descubierta, pero en el portal había
muy poca luz. Vestían completamente de negro, llevaban botas militares muy
grandes.
-¿Qué se le pasó por la cabeza cuando se encontró con
dos hombres de negro en vez de con sus amigos?
-Me llevé un susto mortal, piensas que te vas a quedar
en el sitio. Pensé: de aquí no salgo. Duró pocos minutos, temiendo lo peor, qué
te van a hacer a continuación, qué podrá ser lo siguiente. Al final, creo que
tuve una suerte tremenda.
-Y la amenazaron.

-Sí. Me dijeron: «Sabemos dónde vives, con quién te
relacionas y esto no se acaba aquí». Claramente, se referían al ámbito político.

-¿Cree que hay un repunte de este tipo de actos
violentos?
-Sí, cada vez hay más, en todo el Estado. Hay grupos de
ultraderecha, que surgen amparados por algunos poderes, en torno a mundillos
como el de los hinchas de fútbol. El fallo está en que la gente no lo denuncia.
Cuando te pasa algo así, tus más allegados te infunden temor, por miedo a que se
repitan las agresiones. Lo que no hay derecho es que la gente que estamos
luchando por nuestras ideas, por un mundo mejor y más justo tenga que andar con
miedo, a que te vayan a dar una paliza. Y creo que desde que el PP perdió las
elecciones generales en la ultraderecha hay una actitud rabiosa, hay más
violencia.
-¿Cómo define su militancia?
-Siempre he sido de izquierdas, me identifico con las
Juventudes Comunistas y colaboro con ellos porque creo que hay muchas cosas que
cambiar. Lo que me ha pasado a mí le puede pasar a cualquiera, por ser
inmigrante o por militar en causas que luchan por la justicia, algo que se hace
de forma desinteresada. Si se supone que estamos en un país democrático, alguien
debería impedir que estas cosas puedan pasar. La única fuerza que tenemos ante
esta violencia es no tener miedo y movilizarnos.

L. S. NAVEROS

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