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España desde mi ventana

Marruecos es el país en el que el Estado español hace el mayor
esfuerzo educacional. Nada menos que 24,5 millones de euros se gasta el
Ministerio de Educación en, entre otras cosas, mantener abiertos 10 institutos y
colegios en el antiguo protectorado español, y también en Tánger, Rabat y
Casablanca. Los atienden 312 profesores españoles que dan clase a 4.549 alumnos,
en su gran mayoría marroquíes.

Son hijos de la clase acomodada que luchan por conseguir plaza
en esos centros y que pagan de matrícula entre 600 y 850 euros anuales: cantidad
elevada para Marruecos, donde la enseñanza pública es gratuita, pero más que
razonable si se compara con otros centros extranjeros. Cada alumno le cuesta al
Estado español unos 4.600 euros al año. El objetivo de este esfuerzo es captar a
las futuras élites marroquíes, hasta ahora formadas en liceos franceses.

Los chicos y chicas marroquíes que cursan el bachillerato
español son los jóvenes que mejor conocen España, a la que suelen además viajar
por intercambios o vacaciones. En colaboración con la Consejería de Educación de
la Embajada de España en Rabat, EL PAÍS pidió a los estudiantes de segundo de
bachillerato, casi todos de 17 años, que escribieran cómo ven a "España desde su
ventana". No en balde, desde su casa en Tánger o en Nador algunos aperciben las
luces de Tarifa o Melilla.

El ejercicio era voluntario, y la participación ha sido muy
desigual en los institutos solicitados, entre los que no figuraban los de Rabat
ni Larache porque todavía no se imparte allí el bachillerato. Ha sido en
Casablanca, donde hay matriculados cerca de 800 alumnos, donde se han animado a
escribir en mayor número. Las cartas de chicas han superado con creces a las de
chicos.

EL PAÍS presenta a continuación una selección de extractos de
10 de las cartas más significativas apenas editadas. Todos, casi sin
excepciones, se quejan del desconocimiento y de los estereotipos que imperan en
España sobre su país; más aún desde el 11-M, perpetrado, en gran medida, por
terroristas marroquíes. Casi todos admiran y se identifican con el país que les
educa, hasta el punto de que, a veces, se consideran hispano-marroquíes, y casi
siempre describen su futuro profesional, y a veces incluso el personal,
vinculado a España. Elogian sobre todo la libertad de la que gozan los jóvenes
españoles, sobre todo las chicas, aunque a veces les parece excesiva. Es
excesiva porque merma la convivencia familiar, uno de los valores sagrados de
Marruecos al que parecen más apegados.

Aunque no era el tema de la redacción, varios alumnos han
sacado a relucir dos problemas de Marruecos relacionados entre sí: los brutales
contrastes sociales entre pobres y ricos, y el auge del islamismo.

"El Estrecho une y separa"

YASMINE TAFERSSITI

Instituto Severo Ochoa (Tánger)

"Una ventana abierta. La pantalla del televisor. El Estrecho
que nos une y que, a su vez, nos separa. Los barcos. Las pateras. Nos llevan y
nos traen. Qué idea la de Hércules: separarnos cuando todo nos unía. Desde la
terraza de la casa de mi abuela. Desde el café Hafa, donde va mi padre. Un café
histórico que tiene España enfrente, a una distancia tan pequeña. Las luces de
Tarifa. Los coches, los barcos y el faro del puerto por la noche. La brisa y el
olor a flores. La ilusión del viaje. Granada es donde vivieron y estudiaron mis
hermanas. Seguir mis estudios y cumplir mis sueños de arquitectura, de dibujo y
pintura donde los hicieron ellas. Casillas, Raúl y el Madrid; Valdés y Xavi, que
me apasionan con un Barça como líder. Hicham el Guerrouj, que se llevó el Premio
Príncipe de Asturias. La exposición Marruecos y España, una historia común,
inaugurada por los reyes de España y de Marruecos, que visita mi Tánger querida
en este mes de mayo.

Le hablé a mi padre de la ventana abierta y de la pantalla. Me
comentó lo de la terraza de la casa de la abuela, en el barrio alto del Marshan,
cerca del palacio del rey y frente al Estrecho. Me habló del desfile de barcos y
de las costas de España, nuestra vecina del norte. Platicó sobre el Tánger de la
convivencia: las nocheviejas y las comuniones; el Mulud y las circuncisiones;
las bodas judías, cristianas y musulmanas. Me dijo que Tánger ha sido marcada
por los tangerinos españoles, que imprimieron su cultura profunda. Me habló de
Juan Goytisolo y su obra La reivindicación de don Julián, con su excepcional
descripción de la medina de Tánger. Cada año, mi padre y Juan Goytisolo se
encuentran en el café Hafa o 'jafita', como lo llama el escritor, todo un
símbolo de la multicultura. Toman un té con hierbabuena y azahar. Me contó que
el pintor José Hernández celebró su aniversario en el Continental, el más
antiguo hotel de Tánger. A ese evento acudieron amigos procedentes de todas
partes del mundo. Me habló de sus amigos, del legado andalusí y de las rutas de
Al Andalus, y también me sacó las fotos de los abuelos en Madrid.

La pantalla es otra cosa: los informativos, la inmigración, El
Ejido, el 11-M; pero también Cifras y letras, Saber y ganar o el fútbol. También
Los Serrano, Obsesión. Me pregunto si otra persona de otra parte de Marruecos
tiene la misma visión de la ventana abierta que una tangerina que vive a 14
kilómetros de España. Me pregunto cómo será la ventana abierta desde la otra
orilla. Me gustaría verme desde allí. ¿Ventana o espejo? ¿O los dos a la vez?".

"Preguntas que me dan vergüenza"

YOUSRA AZIRAR

Instituto Lope de Vega (Nador)

"(.) Tal vez quisiera visitar estas ciudades (Madrid,
Barcelona, Valencia) porque siento cierta atracción por ellas, no lo sé, o
porque estoy en puertas de terminar el bachillerato y en un futuro próximo
cruzaré el Estrecho para seguir mis estudios en una universidad española, y éste
sería un modo para conocerlas mejor. Es verdad que me atraen varias cosas de
España, como sus fiestas tradicionales (las Fallas de Valencia, la Feria de
Abril en Sevilla., aunque no comparto ninguna ilusión por algunas fiestas
sangrientas, como las de San Fermín o las corridas de toros); algunos derechos
de los que disfrutan los españoles como la libertad de expresión, aunque con un
cierto límite (los jóvenes tienen una excesiva libertad, lo que causa un
conflicto generacional entre padres e hijos); la libertad de expresión, en la
manera de ser cada uno (ahora que se formaliza la unión homosexual); la libertad
en el modo de vestir; el gran respeto hacia la mujer, a la que se otorgan sus
derechos (pues aquí se vive cierta discriminación); la facilidad que supone
encontrar trabajo, mientras que en Marruecos se expande el fantasma del paro
entre los jóvenes.

Éstos son derechos que aquí, sobre todo en la zona rifeña,
región dura y aferrada a las tradiciones, son secundarios, no se favorecen.
Marruecos es un país conservador en sus tradiciones y costumbres, y eso se nota
en los fuertes vínculos familiares. Los jóvenes no tienden a desgajarse de sus
familias, y los padres viejos están al cuidado de sus hijos y no son enviados a
una residencia de ancianos. La vestimenta tiene una especial importancia, los
trajes (el caftán, por ejemplo) tienen gran elegancia y sofisticación; la
gastronomía, muy amplia y variada, o en el agradable ambiente que se respira en
la calle, del que uno se puede enamorar y gozar gracias a los muchos dulces que
se preparan en las casas y en las pastelerías durante las fiestas tradicionales
(el Ramadán, por ejemplo), y que proporcionan una sensación de bienestar, unión,
alegría familiar, convivencia, ayuda mutua., costumbres de trascendental
importancia en nuestro país que en España, por ejemplo, se están perdiendo.

Una manera de ser de los españoles que me atrae es que son
buenos compañeros con los que se puede convivir; pero, al mismo tiempo, una cosa
que detesto es que ellos o cualquier europeo juzguen, a primera vista, el libro
por sus tapas, no por su contenido; siempre miran a otras razas por encima del
hombro. Un hecho que me ha pasado varias veces en España ha sido el responder a
preguntas absurdas del tipo: ¿eres africana?; ¡oh!, de Marruecos, ¿pero por qué
eres blanca?; ¿llevas móvil?; ¿sabes lo que es Internet?; ¿has venido en patera?
Preguntas a las que me da vergüenza responder, pero supongo que las hacen por su
reducida convivencia con otras razas y por la poca información sobre otros
países".

"Últimamente todos somos terroristas"

BASMA EL FAHIMI

Instituto Lope de Vega (Nador)

"¿En qué bando estamos nosotros? Nosotros somos todos los
jóvenes que vivimos en el norte de Marruecos y/o estudiamos en institutos
españoles, y que, por consiguiente, interiorizamos gran parte de la cultura
española. La respuesta no es nada fácil. Me inclino por ambos bandos. La
influencia española en nuestro país ha provocado en muchas ocasiones problemas
de identidad, sobre todo para los jóvenes y adolescentes. Son éstos los sectores
de la sociedad más dinámicos, los que aparentemente más se esfuerzan en mantener
el orgullo de ser árabe y, sobre todo, bereber; pero, paradójicamente, son los
que más tienden a vestirse a lo español o a hablar español. Estas
contradicciones son, sin embargo, la manifestación más patente del contacto
entre las dos culturas. A pesar de la fuerte interacción entre los dos, siguen
patentes en ambos países ideas maniqueas del otro, sobre todo de sus gentes.
Abundan ideas estereotipadas que acusan a los marroquíes de machistas,
violentos, y últimamente todos somos terroristas. No obstante, y como decimos en
árabe, no hay humo sin fuego (.). Aunque estas ideas son extremistas, no son del
todo inventadas. Así, una de las notas más representativas del atraso de nuestra
cultura es la situación de la mujer: el prototipo de mujer ideal está
circunscrito a la familia, con el matrimonio y la maternidad como horizontes
máximos de realización personal, excluyendo así cualquier posibilidad de crear
un proyecto social, cultural o laboral propio. Esto tiene su origen en las ideas
que consideran que la incorporación de la mujer en la dinámica de la sociedad
será tremendamente peligrosa para la moral".

"Nos ven como niños mimados"

SIHAM AADIA

Instituto Lope de Vega (Nador)

"Todavía recuerdo el día en que mis padres me matricularon en
el instituto; tenía apenas cuatro años, y desde entonces. lo mío sólo fue hablar
español, de manera que mi propia lengua la utilizaba nada más que para hablar
con algunos familiares, y eso me costaba.

A medida que pasaban los años me percataba cada vez más de que
los que estábamos en el Lope de Vega éramos distintos a los demás niños de la
ciudad. ¿En qué? Pues al menos en la forma de ver las cosas, en la vestimenta y
en la lengua, como es evidente. De hecho, hace poco tiempo que me he enterado de
que Navidad no es una de las fiestas marroquíes (.).

Más tarde empecé a comprender que era marroquí y que mi país
tenía unas tradiciones y una forma de ver las cosas diferente, algo conservadora
(.). En mi ciudad nos ven como los típicos mimados de familias adineradas que
pretenden que sus hijos cambien el país en un futuro. Una mirada despreciable
por su parte basta para darnos a entender que no están de acuerdo con que
estemos en un instituto no marroquí.

También he conocido la otra cara de la moneda en España a
través de muchos viajes. A primera vista me sentí a gusto allí y me puse a
comparar mi país con éste, y llegué a algunas conclusiones: la libertad que se
les da especialmente a los jóvenes, los excesivos divorcios, el botellón, la
moda de la homosexualidad, etcétera, son cosas que también se dan en Marruecos,
aunque en menor medida porque la religión las rechaza (.)".

"España me enseña para que Marruecos cambie"

MAJDOULINE LARHFIN

Instituto Juan Ramón Jiménez (Casablanca)

"España es el país que me abre sus puertas todos los días (.).
También es el país que pronto me alojará, ya de verdad, para estudiar una
carrera interesante y volver después a contribuir al desarrollo de mi querido
país. Espero que, gracias a lo que me ha enseñado España, haga que Marruecos
cambie. a mejor, claro".

"Contestaba que era española"

LEILA FAKLEOUR

Instituto Juan Ramón Jiménez (Casablanca)

"De pequeña, cuando me preguntaban de dónde era, contestaba:
española. Pero a medida que iba creciendo me daba cuenta de que estaba
adquiriendo una lengua y una cultura totalmente diferentes a las mías (.). No
fue fácil conciliar ambas cosas. Aunque dentro de mi familia no tuve ningún
problema, puesto que habían asumido su elección, la sociedad en la que vivía no
era de las más abiertas. Por eso decidí conocer mi cultura y mi lengua (.). El
hecho de convivir con distintas culturas me permite plantear mi futuro de manera
optimista, ya que esta experiencia me abre las puertas de Europa y, ¿por qué
no?, las del mundo".

"Tenemos que hacer que cambie la visión de los españoles"

SIHAM BENNANI

Instituto Juan Ramón Jiménez (Casablanca)

"La mayoría de los españoles tiene una imagen muy equivocada
del marroquí. Lo ven como un ladrón, un mendigo o un delincuente., y después del
trágico acontecimiento del 11-M se ha acentuado aún más. Nosotros tenemos que
hacer que cambie esa visión de las cosas y convencerles de que sólo una minoría
de emigrantes clandestinos, cuya educación es pobre, que vivían en condiciones
pésimas, son los que actúan de esa manera".

"España es el lugar donde desarrollar mis sueños"

NAMAE EL MOURABIT

I. Melchor de Jovellanos (Alhucemas)

"España, país vecino y cercano a mí. Lo llevo en el corazón,
es el lugar donde quiero desarrollar mis sueños y deseos. Marruecos y España son
dos mundos distintos, pero a la vez tan cercanos. Las culturas son diferentes:
las costumbres, el modo de vivir, las relaciones entre personas. Y esto, desde
mi punto de vista, es bueno: al ser dos patrias diferentes y cercanas podrían
enriquecerse mutuamente con lo mejor de cada una".

"Los españoles no nos conocen"

IDRISS MRANI ALAOUI

I. Juan Ramón Jiménez (Casablanca)

"(.) Puedo daros la visión que tengo de mi país cuando me
levanto todas las mañanas y salgo a la calle. A veces, atravesando la avenida de
Anfa, veo pasar delante de mí un coche que debe de costar fácilmente 20.000
euros, para encontrarme después, en la acera de enfrente, con un niño de apenas
siete años que me pide dinero para comprarse pan. Éste es el Marruecos de los
grandes contrastes y desigualdades. Hoy día, además, me encuentro ante un nuevo
fenómeno: el aumento de las mujeres con velo. Es uno de los temas que más a
menudo salen en las discusiones con mis amigos. Cuando hablo con mi padre, él me
dice que es algo relativamente nuevo, y yo, viendo fotos de años anteriores,
llego a la misma conclusión. Antes las chicas se vestían más libremente (.).
¿Qué le pasa a mi país? Por un lado, se moderniza, avanza económicamente (.),
pero, por otro, parece que vuelve atrás y que la presión social es cada día
mayor (.). ¿Será una especie de reacción en contra de la modernidad, de lo
desconocido? Es el aspecto que más me preocupa: el hecho de que grupos que dicen
que quieren ayudar a la gente, se aprovechen, en realidad, de su miseria para
adoctrinarla y manipularla.

De toda la gente que he conocido en España durante mis veranos
pasados allí, lo que más me ha llamado la atención es que la mayoría desconoce
al vecino que tiene al otro lado del Estrecho. Cuando le digo a un joven, al que
acabo de conocer, de dónde soy, en la mayoría de los casos piensa que voy al
colegio en camello y que en Marruecos vivimos en tiendas de campaña en el
desierto. Ésta es una de las razones que me han llevado a escribir estas líneas:
contribuir a que la gente nos descubra, sepa cómo es la vida de un marroquí y
cómo ve su propio país. Porque, en general, cuando se habla de mi país, se habla
sobre todo de sus problemas, y en particular del Sáhara y de la inmigración;
pero Marruecos no es sólo esto, es mucho más. Sé que no es perfecto y que le
queda mucho por hacer, pero las cosas avanzan poco a poco. Ya el Marruecos de
hace 10 años no tiene nada que ver con el de hoy. Se tiende a decir que tendría
que haber más libertad de expresión, democratizar el régimen, pero ¿cómo hacerlo
en un país donde casi el 50% de la población es analfabeta, no lee periódicos y
no se informa; donde es todavía muy fácil manipular a la gente aprovechándose de
su miseria, como lo hacen ciertos grupos islamistas?".

"Las mujeres entran en los bares"

ZAHRA AZZAM

I. Juan Ramón Jiménez (Casablanca)

"(.) Otra cosa que me sorprendió, pero que me gustó mucho, fue
ver [en mayo, en León] a mujeres de más de 70 años, con el cabello todo blanco,
sentadas en un bar con su cervecita. Esta imagen contrasta mucho con la
mentalidad de la sociedad en la que crecí. Además, en España, los bares son
considerados como meras cafeterías, mientras que en Marruecos están muy mal
vistos, y la simple idea de que una mujer penetre en un bar es algo increíble.
Pero lo que más me impresionó y me gustó fue la libertad que se constataba en
las calles. Ver parejas besándose por la calle o mujeres salir a las once de la
noche son cosas imposibles en Marruecos. Poder decir lo que se piensa, sin miedo
a ninguna represión, es algo maravilloso, pero que no es posible en mi país".

ELPAIS.es
IGNACIO CEMBRERO

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