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46 inmigrantes de Bangladesh abandonados en el desierto del Sáhara son ayudados por el Polisario.

Las pintadas obscenas de los soldados españoles cubren las
paredes de los cuartuchos donde se hacinan 46 jóvenes de Bangladesh. Los pobres
se veían en España regentando un bazar y han quedado atrapados en Tifariti, un
antiguo fortín militar de la vieja colonia española del Sáhara Occidental, una
cárcel sin puertas controlada desde 1975 por los independentistas del Frente
Polisario, a la espera de ser deportados. Es lo más cerca de España que han
conseguido llegar. "Dios, no me abandones aquí", talló con su cuchillo un
legionario español en 1973. Bajo esa misma inscripción duermen ahora los
bangladesís. Están vivos, pero miran como los muertos.
Shirlas, Arif y Ragiu pretendían vivir el sueño europeo antes
de cumplir los 30 años. Cada uno, con trabajo y ayuda familiar, reunió los
10.000 euros que la mafia les pidió a cambio del pasaporte al mundo rico. Los
tres amigos volaron desde Dahka (Bangladesh) hasta Dubai (Emiratos Árabes), y de
allí, hasta Casablanca (Marruecos). "Entonces empezamos a comprender la
realidad. En Marruecos fuimos encontrándonos compatriotas perdidos y engañados
como nosotros, y acabamos juntándonos en un grupo de 50, porque unidos es más
fácil sobrevivir", dice Shirlas.
Pero el gran engaño estaba por llegar. Algunos creían que su
destino era España, así que cuando les hicieron subir a varios coches y se
adentraron en el desierto, les invadió la euforia. "Nos prometieron un buen
trabajo, pero horas después nos bajaron de los vehículos, nos robaron el dinero
y la documentación y nos dejaron en medio de la nada", relata Arif, de 25 años.
Cinco de ellos murieron de inanición. "Empieza a ser normal", dice un militar
saharaui. "Hace unos días encontramos a cinco senegaleses, tres de ellos
muertos, y los otros dos murieron poco después".
Abandonados en tierra de nadie, en la zona del muro que separa
los territorios ocupados por Marruecos y los controlados por el Frente
Polisario, el medio centenar de inmigrantes de Bangladesh intentó regresar a
Marruecos. "Pero los soldados marroquís amenazaron con dispararnos. Pasamos
varios días en el desierto sin comida ni agua, hasta que nos encontró una
patrulla saharaui", relata Shirlas, de 29 años.
Los refugiados saharauis, que viven de la ayuda internacional,
les procuran ropa, mantas y comida --dos raciones de espaguetis al día-- a
cambio de que los jóvenes realicen algunos trabajos. "Nuestra familia no tiene
teléfono y ni siquiera sabe si estamos vivos", añade Shirlas con los ojos
vidriosos mientras repasa las fotos de sus padres y su hija. A su lado yacen
tres de sus compatriotas gravemente enfermos. En realidad, todos tienen el
estómago destrozado por la mala calidad del agua.
"Sólo queríamos trabajar, sólo queríamos vivir. Ahora sólo
queremos volver a casa", repite Ragiu una y otra vez. No será fácil. La
inmigración ilegal se usa como excusa para mover tropas en uno y otro bando,
pero los efectivos de la ONU que patrullan la zona para evitar el rebrote de la
violencia entre marroquís y saharauis están enterados de la situación de los 46
bangladesís. "Vinieron a vernos y nos dijeron que nos sacarían de aquí en unos
meses. Pero la espera es muy dura", dice Arif. Los más enfermos yacen en el
suelo, los más sanos matan el tiempo sentados en la arena y uno de ellos aún
saca fuerzas para ponerse a cantar.
El Polisario ha pedido ayuda a la Minurso (Misión de Naciones
Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental), pero en el último informe de
este organismo, donde se llama a la atención sobre el creciente tránsito de
inmigrantes por una zona en conflicto bélico latente, se dice textualmente: "Si
bien hasta el momento la Minurso ha podido contribuir a las operaciones de
repatriación, la capacidad para prestar asistencia a inmigrantes desamparados y
especialmente vulnerables a los peligros de la zona sigue siendo limitada". Sin
embargo, un vistazo a los presupuestos arroja dudas. La ONU asignó a la Minurso
44.041.200 dólares brutos, equivalente a 3.670.100 dólares al mes, para el
periodo entre el 1 de julio del 2004 y el 30 de junio del 2005.
¿Qué hacen 46 jóvenes de Bangladesh abandonados en el desierto
del Sáhara? Nadie lo sabe con certeza, pero la epopeya que ellos mismos relatan
viene a confirmar la permeabilidad de las fronteras norteafricanas, la cada vez
mayor afluencia de asiáticos a la zona, la impunidad con la que operan los
traficantes de seres humanos y la creciente desesperación en la que viven los
ciudadanos de los países pobres. Primero fueron los marroquís, después llegaron
los subsaharianos y ahora, cada vez más, los asiáticos. Hace dos meses
repatriaron a 300 indios y paquistanís acampados en Zuerat (Mauritania), al sur
del muro, que creían haber llegado ya a España.

El Periódico
NACHO PARA
TIFARITI

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