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Las bodas de la inmigración

Un efecto archisabido de la inmigración es que enriquece la
realidad, aunque otros prefieren decir que la complica, la dificulta. Un
sacerdote andaluz bromeaba hace unos días con el hecho de que si el matrimonio
ya es de por sí difícil, peor será entre personas que profesan distintos credos.
El caso es que la presencia de inmigrantes hace que cada día haya más parejas
mixtas. Tantas, que párrocos de Huelva, donde los freseros promueven todas las
primaveras la llegada de miles de mujeres de otros países, principalmente del
Este, han pedido instrucciones al obispado sobre cómo actuar.

Lo primero que se observa en muchos pueblos con importante presencia
de inmigrantes del Este y Sudamérica es que las parroquias han cobrado inusitada
vida. Ya no son, como en los últimos años, sólo las personas mayores del pueblo
las que acuden a misa. Dicen los párrocos que los andaluces son católicos, pero
sólo para las celebraciones. En cambio, los inmigrantes son, en ese sentido
mejores católicos, aunque muchos sean de credos diferentes al catolicismo. Las
polacas son las más habituales, en especial si oficia la ceremonia un sacerdote
que habla su idioma, pero también acuden decenas de ecuatorianos. Son ya muchas
las bodas y los bautizos promovidos por inmigrantes.

Y entonces llegan las dudas. ¿Cómo se procede cuando uno de los
contrayentes es católico y el otro ortodoxo? ¿Cómo, si uno de los dos reclama
que la ceremonia se efectúe según los cánones del rito bizantino? ¿Puede un
sacerdote católico casar a ortodoxos? ¿Bautizar a un hijo de padres ortodoxos?
¿Pueden casarse si ella es musulmana y él cristiano? ¿Qué papeles son
necesarios? ¿Tienen que estar bautizados los contrayentes? ¿Un viudo
perteneciente a la Iglesia ortodoxa puede volver a casarse? ¿Quién tiene que
autorizarlo? Demasiadas preguntas para muchos párrocos cuya labor estaba casi
siempre marcada por la rutina.

Hace años, cuando dos novios entraban por la puerta de la parroquia
con intención de casarse, el sacerdote solía saber casi todo de ellos y, si no,
tenía pocas posibilidades de sorprenderse. Seguro que estaban bautizados y casi
la única duda era sobre su asiduidad a los actos religiosos de la parroquia.
Tramitar los papeles era una rutina sin especiales complicaciones y, por
supuesto, sin sobresaltos. Ahora las cosas han cambiado y muchos sacerdotes se
encuentran ante situaciones inéditas. A veces desconocen los trámites, dónde
pedir los certificados, cuáles son las normas de derecho, los ritos...

Los documentos son muchos y todos tienen que ir acompañados de una
traducción oficial.Con frecuencia, a los párrocos locales no les queda más
remedio que recurrir a sacerdotes de otras confesiones de los que suelen asistir
a los inmigrantes. Sólo en la provincia de Huelva hay ya media docena de
sacerdotes venidos de los países de Este, tres de ellos polacos. Cuando
tropiezan con un problema mayor recurren a Teófilo Molvodán, patriarca ortodoxo
que tra-baja como adjunto para los inmigrantes en la Conferencia Episcopal
Española. La envergadura de estos asuntos ha llevado al Vaticano a designar al
obispo ucraniano Halib Lonchyna como responsable de inmigración para España,
Francia e Irlanda.

La mayoría de las bodas mixtas registradas en Huelva son entre
hombres españoles y mujeres polacas, el colectivo más numeroso en la campaña de
la fresa. En esos casos no hay más problemas que el trámite de los papeles,
porque ambos son católicos. Más dificultades hay con las rumanas o ucranianas,
generalmente ortodoxas de distintos panios triarcados. Incluso en Ucrania hay
división: los adeptos al patriarca de Kiev y los del patriarca de Moscú, con
normas y sistemas burocráticos diferentes. En estos casos, las bodas requieren
autorización expresa del obispo de la diócesis y un largo y complejo papeleo que
puede durar de tres a cinco meses, según las relaciones que mantengan las
distintas jerarquías religiosas.

Los matrimonios encuadrados en diferentes ramas del cristianismo
entran en lo que la Iglesia denomina "matrimoporque de mixta religión". En
términos informáticos podría decirse que son sistemas compatibles.Más trabas
encuentran quienes pertenecen a religiones diferentes, o incluso un no bautizado
con una bautizada. Son lo que la Iglesia denomina supuestos "de disparidad de
culto", en cuyo caso suele haber impedimento para que se produzca el enlace. En
caso de ser autorizado requiere la mediación de una dispensa del obispo. De
disparidad radical es el supuesto de un matrimonio entre un contrayente musulmán
y el otro cristiano. Lo más probable es que no haya boda en una parroquia, sino
en un juzgado. O, lo más probable, que la boda se celebre según el rito
islámico.

Las dudas aumentan con los bautizos, que empiezan a proliferar, de
niños cuyos padres profesan diferentes religiones. La complejidad y diversidad
de casos ha obligado al obispado a organizar reuniones con los párrocos de los
pueblos freseros (Palos de la Frontera, Lepe, Moguer, Cartaya.). Entre otras
cosas les han distribuido un escrito con instrucciones sobre el procedimiento
que seguir cuando unos padres ortodoxos piden a un sacerdote que bautice a su
hijo.

Casi todo es posible con buena voluntad y paciencia para desentrañar
la maraña burocrática. Las dificultades serán mayores cuanto más alejadas (y no
sólo geográficamente) estén las iglesias de los contrayentes, en derecho, en
dogmas o en ritos. El padre Dimitro Sauchuc, de origen ucraniano, celebra misas,
bodas, bautizos y comuniones de rito bizantino en varias parroquias de Huelva,
Córdoba, Sevilla y Cádiz. Sauchuc no es partidario de las bodas mixtas. De
hecho, él pide a uno de los contrayentes que se pase a la religión del otro para
evitar problemas futuros. La razón es que "tarde o temprano, las divergencias
surgen y los hijos tienen que decidir entonces entre adoptar el credo de uno o
de otro". Al final, lo más común es que impere el credo del cónyuge español por
la influencia del entorno cultural y familiar. Así empieza la asimilación
cultural.

LA VANGUARDIA DIGITAL
José Bejarano

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