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¿Racista o simplemente miserable?

La triste y apasionante historia de la mujer árabe que abandonó su
empleo en Bélgica para protegerse a si misma y a su patrón de las persistentes
amenazas de muerte en que se exigía su despido tal vez no sea -o no únicamente-
la historia de racismo que todo el mundo creyó que era. Anteanoche, la policía
detuvo como sospechoso de las amenazas al marido de una compañera de trabajo de
la víctima. La esposa del detenido, que también compareció ante los agentes pero
quedó libre tras declarar, se había peleado con la dirección de la empresa de
ambas. La causa: el retorno forzoso al puesto que ocupaba antes de sustituir a la
joven magrebí durante una baja maternal.

Naima Amzil, musulmana de origen marroquí, de 31 años, dejó su empleo
en una prestigiosa empresa de alimentación de la localidad de Ledegem el 2 de
marzo pasado. Días antes, su patrón, Rik van Nieuwenhuyse, había recibido el
séptimo anónimo en cuatro meses, esta vez con dos balas dentro del sobre. En las
primeras cartas de amenaza, todas ellas firmadas por un supuesto grupo extremista
autodenominado Nuevo Flandes Libre, se exigía al empresario que obligara a Naima
a quitarse el velo. Ella lo hizo de motu propio pese al respaldo de su jefe, que
desde el principio hasta el final la apoyó y le pidió que resistiera a las
presiones. En diciembre, las cartas subieron de tono. No sólo conminaban a Van
Nieuwenhuyse a que despidiera a Naima sino que le advertían que se había puesto
precio a su cabeza: 250.000 euros. "Eres un mal flamenco; colaboras con los
musulmanes", decían.

Van Nieuwenhuyse se mantuvo firme. "Si la echo ahora, no volverá a
encontrar trabajo. Nadie querrá contratarla porque también será amenazado",
declaró. El caso conmocionó a Bélgica. El 12 de enero, el rey Alberto II organizó
una recepción para expresar su solidaridad y agradecimiento a la empleada y su
jefe. La organización empresarial Unizo recogió 26.000 firmas de apoyo. Pero la
carta con las dos balas pudo con Naima. "Cada vez tengo más miedo por Rik y su
familia", dijo. Aunque ambos aseguraron que sería una ausencia temporal, nadie
pareció creerles. Sin embargo, Naima volvió a su empleo en el departamento de
empaquetado de la empresa. Todo cambio ayer cuando la fiscalía anunció la
detención del matrimonio formado por otra empleada de Remmery, de cuya identidad
no informó, y de su marido Bernard D., de 57 años.

La compañera de Naima quedó libre después de varias horas de
interrogatorio. Pero no así su marido, que negó toda relación con los hechos pero
no supo explicar por qué su ADN coincide según la fiscalía con el encontrado en
el sello de una de las cartas amenazantes: una prueba prácticamente invencible si
se confirma la "coincidencia". Bernard D., originario de Ledegem al igual que su
mujer, comparecerá mañana ante un tribunal que decidirá sobre la posible
prolongación de su arresto. El juzgado también pretende interrogar al hijo, la
hija y el yerno de la pareja.

Fue Van Nieuwenhuyse el que ayer desveló las desavenencias que la
mujer de Bernard D. tuvo con la empresa cuando ésta decidió que volviera a su
departamento tras haber sustituido a Naima. La apetencia por el puesto de la
marroquí, más que el racismo, explicaría las amenazas al empresario. Ello no
libraría al sospechoso de un proceso que le puede costar hasta cinco años de
cárcel.

LA VANGUARDIA DIGITAL
FERNANDO GARCÍA - 05/05/2005
Corresponsal. BRUSELAS

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